Hoy, en el Día del Maestro, celebramos a quienes dedican su vida a formar a generaciones de niños y jóvenes, sembrando conocimientos, valores y recuerdos que duran para siempre. Patricia Cárdenas, docente jubilada con más de tres décadas de trayectoria, comparte su experiencia, sus emociones y su visión sobre la enseñanza.
“Es algo distinto, porque se extraña un poco el bullicio de la escuela”, confiesa Patricia, recordando los actos y los días llenos de risas y aprendizajes. “Es emotivo, da nostalgia y alegría a la vez, de haber cumplido con la tarea de lo que uno eligió. Yo elegí ser docente y traté de cumplirlo lo mejor posible”.
A lo largo de los años, Patricia se adaptó a los cambios del sistema educativo, combinando métodos tradicionales con nuevas herramientas tecnológicas. “Siempre incorporé lo nuevo sin dejar lo viejo. Mis alumnos salían aprendiendo, y eso era un aliciente, porque significaba que la tarea estaba cumplida y bien hecha en beneficio del chico”, recuerda.
Para Patricia, la emoción más grande siempre estuvo en el primer grado: “Uno los ve llegar sin nada y salir leyendo, escribiendo, contando. Eso es una emoción enorme que tiene la maestra de primero. Los demás somos parte de ese futuro joven que llega a ser profesional, ciudadano, a veces alguien importante en la ciudad o la provincia”.
Aunque la jubilación trajo un nuevo ritmo, la vocación nunca desaparece. “Se extraña el ruido de los chicos, los gritos, las risas… Pero también uno empieza a darse cuenta de que es necesario estar en otros espacios, como la familia. Nunca deja uno de extrañar la escuela”, reflexiona.
Sobre los cambios en la educación y los valores, Patricia señala: “Se ha perdido un poco la valoración de nuestra profesión y los valores familiares. Pero siguen existiendo docentes con vocación, que enseñan con amor y paciencia, y eso es lo más importante”.
Hoy, en su día, celebramos a Patricia y a todos los maestros que, con pasión y compromiso, siguen dejando huellas imborrables en cada alumno que atraviesa sus aulas.